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domingo, 11 de octubre de 2009

LA DANZA DE LOS FANTASMAS


POR ANTONIO QUINTANA CARRANDI



Publicada en marzo de 1980, con el número 368 de la colección Selección Terror, de Bruguera, LA DANZA DE LOS FANTASMAS es otra de las magníficas novelas con las que nos obsequió el pequeño gran escritor de Haro, La Rioja.

Rocky Garwish acude a Barlowe Castle con el propósito de ultimar un negocio con la propietaria de dicha mansión, lady Charlotte Beaston-Mount. El ama de llaves, la señora Oxford, le dice que milady no puede recibirle en ese momento, por estar algo delicada de salud y ser ya bastante tarde. No obstante, le asegura que la dueña de la mansión le recibirá por la mañana, y le invita a pasar la noche en Barlowe Castle, a lo que Garwish accede. Tras la cena, el hombre decide coger un libro de la biblioteca para entretener el tiempo hasta la hora de acostarse. De pronto, aparece la señora Oxford completamente desnuda, a excepción de los zapatos de alto tacón. Garwish apenas puede creer lo que ve. La hermosa mujer cruza el salón-biblioteca como si tal cosa y, tras saludarle cortésmente con un buenas noches, señor Garwish, se introduce en la enorme chimenea de la estancia, que está apagada, y desaparece.

Tras examinar brevemente el interior de la chimenea, comprobando que allí no hay nadie, el hombre llega a la conclusión de que lo que ha visto es una alucinación provocada, sin duda, por los generosos vasos de vino consumidos durante la cena. Encogiéndose de hombros, toma un libro y se dirige a la habitación que le han designado. Tras pasar mucho rato leyendo, se siente acometido por el sueño y decide acostarse ya. Pero entonces escucha voces procedentes del exterior de la casa. Intrigado, se asoma a la ventana y ve algo increíble. Una docena de hombres y mujeres, completamente desnudos, cantan y bailan con las manos unidas bajo la luz de la Luna llena. Aterrado, el hombre observa que la luz del satélite, muy intensa debido a la limpidez de la atmósfera nocturna, parece pasar a través de los cuerpos humanos. Súbitamente, la señora Oxford, igualmente desnuda, aparece en el centro del círculo, con los brazos alzados y mirando a las alturas, como si invocase a algún espíritu maligno.

Rocky Garwish siente entonces que una extraña niebla lo envuelve, y sin saber cómo, se encuentra de pronto en el centro del círculo de ¿fantasmas? La señora Oxford está frente a él, con un enorme cuchillo en la mano. Antes de que Garwish acierte a reaccionar, la mujer le apuñala salvajemente una y otra vez. El pobre hombre muere riendo y repitiendo histéricamente: ¡Es un sueño! ¡Es un sueño!

Por la mañana, la policía acude a Barlowe Castle, avisada por la señora Oxford. El ama de llaves declara que encontró al señor Garwish muerto cuando subió a avisarle para que bajara a desayunar. El hombre estaba en el suelo, medio boca abajo, con un cuchillo de hoja de jade clavado en el pecho casi hasta la empuñadura. Dicho cuchillo estaba en una panoplia que decora la habitación, junto a otro exactamente igual. Para el sargento Larrymore la cosa está clara. Garwish tomó el arma para examinarla, el exceso de alcohol consumido durante la cena le hizo tropezar, y él mismo se lo clavó al caer. Después de todo, la señora Oxford había comentado que el hombre había bebido varios vasos de vino con la cena, y el policía no veía ningún motivo para dudar de la palabra de una dama tan encantadora como el ama de llaves. Muerte accidental, sin duda. El policía se fijó distraídamente en el libro caído a poca distancia del cadáver. Se titulaba La Danza de los Fantasmas.

Poco después, Stephen Greeley acude al despacho del abogado Walter W. Epsom, quien le comunica que su tío, Alfred Greeley, ha muerto, nombrándole su heredero. La herencia asciende a cincuenta mil libras esterlinas, pero existe una condición que Greeley debe cumplir si quiere cobrar ese dinero. Alfred Greeley había trabajado como mayordomo de Lady Charlotte Beaston-Mount durante largos años, muriendo de un ataque al corazón estando todavía al servicio de dicha dama. La condición impuesta por el anciano es que Stephen acceda a servir en Barlowe Castle como mayordomo durante un año, transcurrido el cual percibirá la suma antes mencionada y quedará libre de hacer lo que quiera. Pero si no acepta la condición prescrita, el dinero será repartido entre varias instituciones benéficas.

Stephen no entiende nada, pero ese dinero le vendría muy bien, de modo que, tras alguna ligera vacilación, y ciertas dudas que el letrado se encarga de disipar, acepta cumplir la voluntad de su tío. Cincuenta mil libras es diez veces lo que gana en un año, y, al fin y al cabo, doce meses pasan pronto. De camino a Barlowe Castle se encuentra con una hermosa muchacha cuyo automóvil ha sufrido un pinchazo. Greeley, galante caballero, le ayuda a cambiar la rueda. La joven resulta ser Niobe Wallace, sobrina de lady Beaston-Mount, y también se dirige a Barlowe Castle. Lejos están de sospechar ambos jóvenes las sorpresas que les esperan en esa lúgubre mansión.

La primera es que lady Charlotte, a pesar de ser todavía joven, parece estar muy delicada de salud, razón por la que se pasa el tiempo encerrada en su dormitorio, sin ver a nadie. La segunda es que lady Beaston-Mount no tiene perro guardián, sino una enorme pantera roja que custodia su habitación, y que por las noches se suelta en el extenso parque que rodea la casa. La tercera, que lady Charlotte no parece mostrar excesivo interés por su sobrina, pero sí por su nuevo mayordomo, pues apenas veinticuatro horas después de su llegada, le llama por el intercomunicador, ordenándole que suba a su dormitorio.

Greeley, lógicamente, obedece y se lleva otra sorpresa. La habitación de lady Charlotte está permanentemente en semipenumbra y dividida en dos partes desiguales por unas pesadas cortinas de terciopelo rojo. El joven no entiende a qué viene aquello, pero tampoco le da demasiada importancia. Manías de rica excéntrica, seguramente. El mayordomo temporal mantiene una conversación con su señora, que le habla de sus dolencias, y también de su tío Alfred, que murió de un ataque al corazón estando a su servicio. Pero lo más sorprendente es que la mujer, que se encuentra en una gran cama con dosel tras las pesadas cortinas, le pide que se acerque con la clara intención de seducirle. Al principio, Greeley se niega a las impúdicas pretensiones de lady Charlotte, pero acaba cediendo pues, a pesar de que apenas puede ver su rostro, sí que puede apreciar los innegables encantos de su cuerpo, y al fin y al cabo él no es de piedra. Por otra parte, Charlotte amenaza con despedirle si no accede a sus pretensiones, y Stephen no quiere perder las cincuenta mil libras de la herencia de su tío. De este modo, se convierte en el amante de esa misteriosa mujer.

Niobe, por su parte, no las tiene todas consigo. No entiende el comportamiento de su tía, antes una mujer sociable y muy comunicativa, y ahora una especie de espectro que permanece enclaustrado en su cuarto y que sólo recibe a la gente oculta tras una espesa cortina. Varios detalles extraños hacen sospechar a la muchacha que esa mujer no es su tía Charlotte, sino una suplantadora. La muchacha hace partícipe a Greeley de sus sospechas. El mayordomo, sin mencionar las relaciones que mantiene con esa misteriosa mujer, coincide plenamente con ella. En esa casa pasan cosas muy raras, y ambos jóvenes deciden investigar el asunto. Pronto descubrirán que, efectivamente, esa mujer es una impostora, que la auténtica lady Charlotte está encerrada en alguna estancia secreta de la enorme mansión, y que en la casa se han producido un buen número de muertes inexplicables. Más aún, Greeley llegará a sospechar que su tío, antiguo mayordomo de Barlowe Castle, fue asesinado.

LA DANZA DE LOS FANTASMAS, aunque publicada en Selección Terror, es una novela de intriga y misterio. Con unas mínimas concesiones a lo terrorífico, Lecha presenta una historia de crímenes provocados, como casi siempre, por el desmedido afán de dinero de unos desalmados. La acción se sitúa en una típica mansión victoriana, llena de pasadizos y estancias secretas, indudablemente el escenario ideal para desarrollar un relato de misterio.

Por cierto, las alucinaciones que sufre Garwish al principio de la novela son producidas por el libro que estaba leyendo, La Danza de los Fantasmas, cuyas páginas están impregnadas con cierta droga que hace creer al lector que es protagonista de los sucesos que lee. Humberto Ecco recurrió a una argucia parecida en su fabulosa EL NOMBRE DE LA ROSA.

LA DANZA DE LOS FANTASMAS. El terror según Luís García Lecha. Otra de las magníficas novelas de a duro de nuestro admirado escritor riojano. Lectura perfecta para evadirse de las preocupaciones cotidianas. Disfrutémosla.


TÍTULO: LA DANZA DE LOS FANTASMAS
AUTOR: CLARK CARRADOS
COLECCIÓN: SELECCIÓN TERROR (Nº 368)
PORTADA: DESILO
EDITORIAL: BRUGUERA
EDICIÓN: MARZO, 1980

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