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domingo, 14 de abril de 2013

FANTASÍA SOBRE UN CRONOMÓVIL

 
 
 
Número 407 de LCDE, aparecida en mayo de 1978, “Fantasía sobre un cronomóvil” es otra de las entretenidísimas incursiones de Clark Carrados en el subgénero de los viajes en el tiempo. El protagonista del relato es Alex Beard, un próspero hombre de negocios al que su amigo, el científico e inventor Sixtus Schalkreuz,  pide un préstamo para financiar un proyecto que parece una locura: construir un cronomóvil, esto es, un aparato capaz de desplazarse a través de las Edades. Huelga decir que Beard se queda boquiabierto ante la pretensión de Schalkreuz, aunque al final acaba prestándole el dinero, nada menos que doscientos mil dólares. El joven empresario sabe que su amigo es un sabio de primer orden, poseedor de una mente privilegiada, y como nada en la abundancia, no tiene inconveniente en prestarle su ayuda económica. De todas formas, aunque Schalkreuz ha inventado algunos artilugios interesantes y útiles, Beard teme en su fuero interno que su amigo esté perdiendo la chaveta. ¡Una máquina del tiempo! Pero aun así, le entrega el cheque y Sixtus le promete que él será una de las primeras personas en probar el cronomóvi.

Un año más tarde, cuando Beard ya no se recuerda ni por casualidad el asunto, Sixtus se pone en contacto con él para comunicarle que el cronomóvil ya es una realidad. Alex acude a casa de su amigo, un tanto receloso, y éste le muestra el curioso aparato. Tras presentarle a su bella ayudante, Beryl Fulbert, Schalkreuz pone al tanto a Beard de sus experiencias con la máquina del tiempo, que ha probado realizando un viaje al pasado. Cada vez más perplejo, Beard acepta probar el cachivache, afirmando que le gustaría viajar al futuro, para comprobar si por esas calendas se ha encontrado ya la cura para el resfriado común. Está claro que Beard no acaba de creerse que el cronomóvil funciona, pero Schalkreuz, sin mostrarse ofendido por la incredulidad de Alex, le enseña a manejarlo y le anima a trasladarse al futuro. Y así, sin acabar de creérselo del todo, el joven empresario emprende viaje al año 2994.

El aparato funciona perfectamente, para asombro de Beard, quien llega al siglo XXX en un abrir y cerrar de ojos. Sin embargo, lo que descubre allí le decepciona profundamente. La sociedad terrícola de la trigésima centuria lleva una cómoda y plácida existencia, en la que todas las necesidades básicas del individuo están holgadamente cubiertas por el estado. Pero una de las primeras cosas que se encuentra Beard en este siglo es grupo de condenados a trabajos forzados, y esto le hace sospechar lo peor. Decidido a averiguar todo lo posible sobre la Tierra del año 2994, Beard prosigue su exploración y llega a una ciudad donde todo el mundo parece vivir en paz y armonía. Poco después se dirige a un edificio en el que ve entrar y salir a mucha gente, descubriendo que es una especie de restaurante informatizado, repleto de máquinas dispensadoras de alimentos. Pero lo que más sorprende a Beard es que la gente, una vez que ha recogido su comida, hace una versallesca reverencia invocando una especie de oración de gracias a “el Gran Shannadux”. Sin embargo, un hombre se niega a pronunciar la invocación y es inmediatamente arrestado por unos guardias, armados con unos extraños bastones que parecen ejercer un efecto hipnótico sobre las personas. Beard está cada vez más convencido de que la Tierra del siglo XXX vive bajo una dictadura aparentemente benévola, pero tiranía al fin y al cabo. Y es entonces cuando conoce a Ummyro, quien resulta ser el Rector Supremo de Shannaduxia, la única ciudad del planeta. Deseoso de aprender más sobre esa época, Beard se muestra receptivo y humilde ante Ummyro, y el Rector Supremo le lleva su residencia personal. Una vez allí, le cuenta, a grandes rasgos, la historia de la Tierra durante los últimos cuatrocientos años.

Según Ummyro, la Tierra del siglo XXVI estaba densamente poblada, pero se produjo un conflicto bélico que causó la muerte de varios miles de millones de personas. Tras aquel caos surgió la figura de un hombre, Shannadux, un reputado psicobiólogo que sostenía una curiosa teoría, según la cual,  dentro de la especie humana general, por así llamarla,  existía un grupo de seres poseedores de unos caracteres genéticos que los convertían en superiores a todos los demás. Estos “humanos perfectos” representaban una reducidísima minoría del total de la población, pero Shannadux creía que eran los elegidos para dominar la Tierra, así que desarrolló un virus mortal, que afectaba sólo a los humanos “inferiores”, y lo diseminó por todo el planeta.  La especie humana “inferior” fue aniquilada en unos pocos años, quedando el mundo y sus inmensos recursos en poder de apenas unos miles de elegidos, que desde aquel momento veneraron fanáticamente la memoria del Gran Shannadux, que, al parecer, había sido ejecutado cuatro siglos atrás.

Horrorizado por lo que ha descubierto, Beard regresa a su tiempo e informa a Sixtus Schalkreuz y a Beryl de sus descubrimientos.  Aunque éstos tratan de disuadirle de sus propósitos, el joven está dispuesto a hacer lo que sea necesario para acabar con la tiranía de Ummyro. A pesar de sus iniciales reticencias, Schalkraus y Beryl se unen a él, emprendiendo juntos una fabulosa aventura a través de las Edades, para tratar de impedir el genocidio ideado por Shannadux y el siniestro sistema político resultante del mismo.

Lo más interesante de la obra, en mi modesta opinión, es la forma tan inteligente en que Lecha presenta, a través de las discusiones entre el protagonista, Schalkreuz y Beryl Fulbert, los problemas morales que plantea la intención de Beard de cambiar la situación del mundo en el siglo XXX, alterando los acontecimientos históricos del siglo XXVI. No revelaré aquí más detalles de la trama, para no fastidiarle el suspense a quien no haya leído la novela. Tan sólo diré que Lecha resuelve la papeleta de forma brillante y lógica, que es mucho más de lo que puede decirse de otros autores de relatos de viajes en el Tiempo.

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